Miranda o Nate: el verdadero villano de El diablo viste a la moda
Repasamos escenas clave y debates que dividen a fans: ¿quién es el verdadero villano de El diablo viste a la moda, Miranda o Nate?
Repasamos escenas clave y debates que dividen a fans: ¿quién es el verdadero villano de El diablo viste a la moda, Miranda o Nate?
Portada El diablo viste a la moda
Al verla por primera vez, muchos creen saber quién es el malo de la historia. Pero con el tiempo, más de uno empieza a cuestionarse si el personaje más temido es realmente el más dañino. Lo cierto es que
El diablo viste a la moda(2006) sigue generando debate casi veinte años después de su estreno.
En este artículo, vamos a repasar las actitudes de Miranda y Nate, analizar el crecimiento de Andy y sumarnos al debate sobre quién es el verdadero villano, la jefa exigente o el novio que dice preocuparse por lo importante. También vamos a abrir la conversación sobre lo que la película dice del mundo laboral.
Miranda Priestly (Meryl Streep) es uno de esos personajes que dejan marca. Su presencia impone, su estilo es impecable y su silencio puede decir más que cualquier discurso. Para muchos, es la jefa que nadie quisiera tener. Para otros, es una mujer que tuvo que endurecerse para sobrevivir en un ambiente competitivo y masculino.
Meryl Streep como Miranda Priestly
A lo largo de la película, Miranda toma decisiones duras, exige lo máximo de su equipo y no da lugar a errores. Eso la convierte en una figura autoritaria, pero también eficiente. Cuando analizamos su comportamiento, notamos que nunca maltrata a Andy (Anne Hathaway) directamente. Sus demandas son exigentes, sí, pero casi siempre profesionales. Su personaje incomoda porque rompe con la idea de la jefa comprensiva o maternal. En cambio, lidera con poder y sin pedir disculpas por ello.
Algunas de las decisiones más criticadas que toma —como despedir a otra colega para mantenerse en su puesto— generan rechazo, pero también reflejan cómo funciona el mundo laboral en las altas ligas. Ahí, muchas veces, el talento no alcanza si no se está dispuesto a jugar con las reglas del sistema.
Sí. Aunque la película nunca lo dice explícitamente, el personaje de Miranda Priestly está inspirado en Anna Wintour, editora en jefe de la revista Vogue desde hace décadas y una figura icónica del mundo de la moda. La autora del libro en el que se basa la película, Lauren Weisberger, trabajó como asistente personal de Wintour y volcó parte de esa experiencia en la historia.
Miranda Priestley
De hecho, varios detalles del personaje —como su forma de hablar, su corte de pelo, su forma de vestir y hasta su ritual con el café— coinciden con la figura pública de Wintour. Pero mientras algunos ven en eso una crítica directa, otros creen que Miranda representa mucho más: la figura de poder femenino que no pide permiso para ocupar su lugar.
Miranda no necesita gritar para hacerse escuchar. Su autoridad se impone con gestos, miradas y frases que, con pocas palabras, dejan claro quién manda. Varias de esas líneas se volvieron virales con el tiempo, no solo por lo filosas que son, sino porque revelan cómo maneja su entorno y cuál es su lógica de liderazgo dentro del mundo editorial.
“No era una pregunta”: Esta frase la dice cuando Andy intenta justificar su falta de experiencia en moda. Miranda la interrumpe con esta línea seca, dejando en claro que no espera explicaciones.
Miranda afirma que Andy no tiene estilo
“Los detalles de tu incompetencia no me interesan”: Cuando Andy intenta explicar por qué no pudo cumplir una tarea, Miranda la corta con esta frase, mostrando su falta de tolerancia hacia las excusas.
“Por supuesto, movete a paso de glaciar. Sabés cuánto me emociona”: Dicha con sarcasmo cuando su equipo no se mueve lo suficientemente rápido para cumplir con sus demandas.
“¿Flores? ¿Para primavera? Qué innovador”: Una de sus líneas más icónicas, dicha con ironía al escuchar una propuesta poco original para la edición de primavera.
Escena sobre las flores en primavera
“¿Hay alguna razón por la que mi café no está acá? ¿Se murió o algo?”: Expresa su impaciencia y expectativas de eficiencia cuando su café no está listo a tiempo.
A primera vista, Nate (Adrian Grenier) parece el novio comprensivo y relajado. Cocina, escucha, acompaña... hasta que Andy empieza a crecer profesionalmente. Ahí, su actitud cambia. Lejos de alegrarse por los logros de ella, empieza a mostrarse distante, irónico y hasta molesto por su dedicación al trabajo.
Nate con sus amigos
Lo que muchos ven como apoyo al principio, con el tiempo se revela como una forma más sutil de presión. Nate se enoja porque Andy ya no tiene tiempo para él, pero nunca se pregunta qué significa para ella tener una oportunidad en una revista como Runway.
Este tipo de actitud llevó a que gran parte del público lo señalara como el verdadero villano de la historia. No porque sea cruel o violento, sino porque minimiza las ambiciones de su pareja y la juzga por cambiar. El conflicto no está solo en lo que dice, sino en lo que espera: que Andy se quede donde estaba, sin crecer demasiado.
A diferencia de Miranda, que impone su autoridad con firmeza, Nate opera desde la decepción pasiva. No dice todo lo que piensa, pero sus gestos y silencios cargan con una forma de control emocional. Algunas escenas de la película lo muestran con claridad y explican por qué muchos espectadores cambiaron de opinión sobre él con el tiempo.
La noche de su cumpleaños: Andy llega tarde, agotada por el trabajo, con un regalo en la mano. Nate, en lugar de entender la situación, se muestra herido y distante. No registra que ella hizo lo posible por estar. Esa escena marca el quiebre emocional entre ellos.
Andy se retrasa para el cumpleaños de Nate
La charla después del evento de James Holt: Cuando Andy logra organizar una noche clave para su carrera, Nate le baja el entusiasmo diciendo que “ya no la reconoce”. En vez de apoyarla, le recrimina haber cambiado por su entorno, sin considerar que también es parte de su crecimiento.
Cuando se entera de su viaje a París: En lugar de felicitarla por ser elegida, le responde con ironía. Ni siquiera intenta entender lo que significa esa oportunidad. Su respuesta no es celos ni tristeza: es desdén.
Nate discute con Andy por París
El reencuentro final en Boston: Aunque se muestra más conciliador, su frase “quizás ahora que ya renunciaste podamos hablar” deja en evidencia que su afecto dependía de que Andy dejara su trabajo. No hay comprensión, hay condiciones.
Andy empieza la película como alguien fuera de lugar. No entiende de moda, no viste como sus compañeras y no le importa el mundo editorial. Pero a medida que avanza la historia, empieza a adaptarse, a destacar y a demostrar que puede manejar un entorno que parecía inaccesible. Ese cambio, sin embargo, no es bien recibido por todos.
Andy resolviendo problemas en su trabajo
Su crecimiento profesional la lleva a tomar decisiones difíciles: priorizar entregas, postergar encuentros y aceptar que, a veces, no se puede tener todo. Lo que para algunos es ambición, para otros es egoísmo. Y ahí aparece el dilema central: ¿es Andy la que se transforma en “mala” o es el entorno el que no tolera que ella se vuelva poderosa?
Uno de los conflictos menos hablados de la película es el que Andy tiene con su grupo de amigos. Lejos de apoyarla, la critican por faltar a planes, llegar tarde o estar demasiado pendiente del celular. Si bien sus reclamos parecen justificados al principio, con el tiempo se vuelven repetitivos y poco empáticos.
Andy discute con Lily
Lo que Andy enfrenta no es solo el estrés laboral, sino la culpa de crecer cuando tu entorno no está listo para acompañarte, al igual que pasó con Nate. En lugar de preguntarse por qué ella está cambiando, sus amigos se enfocan en lo que dejó de hacer. No le dan espacio para equivocarse ni valoran el esfuerzo que implica sobrevivir en un trabajo tan demandante.
Más allá del glamour, la película muestra un ambiente laboral donde se espera disponibilidad total, incluso a costa de la vida personal. Las exigencias son altas y el reconocimiento, escaso.
Andy, Miranda y Emily en la fiesta
También plantea una pregunta incómoda: ¿hasta dónde hay que ceder para crecer? El diablo viste a la moda no da una única respuesta, pero invita a reflexionar sobre cómo se construye el éxito y quién paga el precio.
Después de revisar cada ángulo, queda claro que ni Miranda ni Nate son villanos en el sentido clásico. Lo que incomoda no es su maldad, sino cómo reaccionan cuando alguien cerca de ellos cambia. Cada uno representa un tipo de resistencia: Miranda desde el poder, Nate desde lo emocional.
La película sigue generando debate porque nos obliga a repensar nuestros vínculos, nuestras decisiones y lo que estamos dispuestos a negociar para crecer. Y si bien no hay una única respuesta, hay algo que queda claro: todos, en algún momento, fuimos Andy.
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