Estudios Sobre La Segunda Epistola A Timoteo - H. Rossier

Descripción

La segunda Epistola a Timoteo, por el hecho de ser el último mensaje escrito por el apóstol Pablo cuando encarcelado por segunda vez en Roma, sabía que el tiempo de su partida estaba cercano, tiene una importancia especial para los días en que vivimos. ¿En qué estado dejaba a la Iglesia, la casa de Dios, cuyo fundamento había establecido como un sabio arquitecto? ¿Había, esta Iglesia responsable, mantenido el carácter de su primera condición? ¿Tenía un paralelo semejante a la descripción que en la primera epístola hace de ella a su querido hijo en la fe, mostrándole la conducta que debía proseguir? No; el hermoso principio de antaño había dado paso a una indiferencia casi general hacia el inspirado apóstol. Las falsas doctrinas y la oposición a la verdad se mani. festaban cada vez más. El porvenir era sombrío, sin ofrecer el menor rasgo de mejora; bien al contrario, el apóstol anunciaba que el mal iría agravándose a medida que la historia responsable de la Iglesia degeneraría en la de un cristianismo profesante sin vida. La decadencia observada ya al principio de su historia, estaba ahora en vías de abocar en la ruina. La cristiandad, en lo sucesivo, no se rehabilitaría, sino que a medida que los tiempos proféticos del porvenir se aproximen, su estado abocará a la más completa decadencia moral. Al principio de su ministerio, el apóstol ya había declarado que la última forma del mal sería la apostasía, es decir, que los que hasta entonces se titulaban cristianos renegarían del cristianismo, lo cual ocurrirá después del arrebatamiento de la Iglesia, cuando el Anticristo se revele (2." Tesal. 2:3. 12).
Más tarde, antes de su primer cautiverio, el apóstol había anunciado a los ancianos de Efeso, que después de su partida entrarían lobos rapaces que no perdonarían el rebaño (Hechos 20, 29). La condición moral descrita en la epístola que vamos a estudiar, no era otra que la anticipación y el pre ludio de un estado moral que iría de mal en peor a medida que los tiempos del fin se aproximaban.
En presencia de semejante estado de cosas, ¿cuál debía ser la actitud del creyente llamado a atravesarlo? Seria y grave pregunta que el apóstol dirige a Timoteo, así como a todo creyente deseoso de glorificar a su Maestro en los tiempos presentes. Esta actitud viene y esto de una forma necesaria a considerarse cada vez más, a la que es individual, aunque los fieles sean llamados a agruparse para servir al Señor en medio de un estado de cosas que no puede reformarse. Sin embargo, tenemos la circunstancia infinitamente consoladora, que si esto no puede lograrse, existen al menos recursos a disposición del creyente que atraviesa unos tiempos en los cuales correría el peligro del desaliento, al no hallar salida para semejante situación. Estos recursos, como veremos, son perfectos y soberanos, los cuales hacen tal al fiel, que le capacitan para alcanzar la victoria en la lucha y de glorificar a Dios como en los hermosos tiempos de la historia de la Asamblea.
Es por lo que hallamos continuamente, en esta epístola, el remedio indicado, cada vez que el mal es puesto en relieve. Y por el hecho de ser este último tan extendido, tan lleno de peligros, acarrea tantos sufrimientos que el testigo de Cristo consciente de su debilidad, tiene necesidad de ser animado, consolado y exhortado, para no naufragar en su tarea y de esta manera llegará al fin de la carrera recibiendo la corona prometida a su fidelidad, cuando haya alcanzado la victoria. Esto es lo que en las continuas exhortaciones dirigidas a Timoteo nos es dicho a nosotros. Tocante al apóstol, se ofrece en ejemplo a su amado hijo, tomando el mismo ejemplo sobre los sufrimientos de su Maestro y Señor. Pablo se distingue por su poderosa fe personal, en presencia de la ruina de la Asamblea, que ahora ya no es otra cosa que la «casa grande» en lugar de ser «la casa de Dios, la iglesia del Dios vivo, columna y apoyo de la verdad» (2. Tim. 2:20; 1." Tim. 3:15). Esta fe, la ruina no la anonada, aunque le prodigue en abundancia infinidad de sufrimientos.
Tal es, en pocas palabras, el contenido de esta preciosa epístola, última herencia dejada por el apóstol a los que debían sucederle en la carrera, y en consecuencia a nosotros.
Como siempre, los recursos que nos son presentados se resumen finalmente en un solo y úni- co nombre, Jesucristo, tal como su Palabra nos lo revela. Con un guía semejante y una provisión poderosa, el creyente es más que vencedor. En medio de sufrimientos y obstáculos posee una esperanza y una fuerza, que la ruina de la casa de Dios no puede alcanzar, porque sus bendiciones están basadas sobre la persona divina e inmutable de Aquel que ha resucitado de entre los muertos; sobre sus promesas y sobre la Palabra que nos lo revela.

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