Fifty Shades Darker (movie Tie-in Edition): Book Two Of The Fifty Shades Trilogy (fifty Shades Of Grey Series, 2), De James, E L. Editorial Vintage, Tapa Blanda En Inglés

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Libro: Fifty Shades Darker (Movie Tie-in Edition): Book Two of the Fifty Shades Trilogy (Fifty Shades of Grey Series, 2)

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Extracto. © Reimpreso con autorización. Todos los derechos reservados.

PRÓLOGO

Ha vuelto. Mamá está dormida o está enferma otra vez.

Me escondo y me acurruco debajo de la mesa de la cocina. A través de mis dedos puedo ver a mami. Ella está dormida en el sofá. Su mano está sobre la pegajosa alfombra verde, y él está usando sus botas con la hebilla brillante y está de pie junto a mamá gritando.

Le pega a mami con un cinturón. ¡Levantarse! ¡Levantarse! Eres una maldita. Eres una maldita. Eres una maldita. Eres una maldita. Eres una maldita. Eres una maldita.

Mami hace un ruido de sollozos. Detener. Por favor detente. Mami no grita. Mami se acurruca pequeña.

Tengo los dedos en los oídos y cierro los ojos. El sonido se detiene.

Se da la vuelta y puedo ver sus botas mientras pisa fuerte en la cocina. Todavía tiene el cinturón. Él está tratando de encontrarme.

Se inclina y sonríe. Huele desagradable. A tabaco y bebida. Ahí estás, pequeña mierda.

Un gemido escalofriante lo despierta. ¡Cristo! Está empapado en sudor y su corazón late con fuerza. ¿Qué carajo? Se sienta en la cama y apoya la cabeza entre las manos. Mierda. Están de vuelta. El ruido era yo. Toma una respiración profunda para tranquilizarse, tratando de librar su mente y sus fosas nasales del olor a bourbon barato y Camel ONE rancio.

He sobrevivido al tercer día poscristiano y a mi primer día de trabajo. Ha sido una distracción bienvenida. El tiempo ha pasado volando en una neblina de caras nuevas, trabajo por hacer y el Sr. Jack Hyde. Sr. Jack Hyde... me sonríe, sus ojos azules brillan, mientras se apoya en mi escritorio.

Excelente trabajo Ana. Creo que vamos a hacer un gran equipo.

De alguna manera, me las arreglo para curvar mis labios hacia arriba en una apariencia de sonrisa.

Me iré, si te parece bien, murmuro.

Por supuesto, son las cinco y media. Te veré mañana.

Adiós Jack.

Adiós Ana.

Recojo mi bolso, me encojo de hombros en mi chaqueta y me dirijo a la puerta.
Afuera, en el aire de la tarde de Seattle, respiro profundamente. No comienza a llenar el vacío en mi pecho, un vacío que ha estado presente desde el sábado por la mañana, un doloroso y hueco recordatorio de mi pérdida. Camino hacia la parada del autobús con la cabeza gacha, mirándome los pies y contemplando estar sin mi amada Wanda, mi viejo Beetle... o el Audi.

Cerré la puerta a ese pensamiento inmediatamente. No. No pienses en él. Por supuesto, puedo permitirme un auto, un lindo auto. Sospecho que ha sido demasiado generoso en su pago, y la idea me deja un sabor amargo en la boca, pero lo descarto y trato de mantener mi mente lo más adormecida y en blanco posible. No puedo pensar en él. No quiero empezar a llorar de nuevo, no en la calle.

El apartamento está vacío. Extraño a Kate, y la imagino recostada en una playa de Barbados tomando un cóctel fresco. Enciendo la televisión de pantalla plana para que haya ruido que llene el vacío y brinde una apariencia de compañía, pero no escucho ni miro. Me siento y miro fijamente la pared de ladrillos. Soy insensible. No siento nada más que el dolor. ¿Cuánto tiempo debo soportar esto?

El timbre de la puerta me sobresalta de mi angustia, y mi corazón da un vuelco. ¿Quién podría ser? Presiono el intercomunicador.

Entrega para la Sra. Steele. Una voz aburrida e incorpórea responde y me atraviesa. Bajo las escaleras con indiferencia y encuentro a un joven mascando chicle ruidosamente, sosteniendo una gran caja de cartón y apoyado contra la puerta principal. Firmo por el paquete y lo llevo arriba. La caja es enorme y, sorprendentemente, dentro hay dos docenas de rosas blancas de tallo largo y una tarjeta.

Felicidades por tu primer día de trabajo.
Espero que haya ido bien.
Y gracias por el planeador. Eso fue muy considerado.
Tiene un lugar de honor en mi escritorio.
Christian

Miro la tarjeta mecanografiada, el hueco en mi pecho se expande. Sin duda, su asistente envió esto. Christian probablemente tuvo muy poco que ver con eso. Es demasiado doloroso pensar en ello. Examino las rosas: son hermosas y no me atrevo a tirarlas a la basura. Obedientemente, me dirijo a la cocina para buscar un florero.