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Libro No Quiero Dormir -julio Millares

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Lo que tenés que saber de este producto

  • Colección: No Aplica.
  • Género: Literatura Juvenil/Narrativa.
  • Subgénero: No aplica.
  • No aplica.
  • Edad recomendada: de 6 años a 99 años.
  • Incluye no aplica.
  • ISBN: 7790000021282.
Ver características

Características del producto

Características principales

Subtítulo del libro
No Aplica
Serie
No aplica
Autor
Julio Millares
Idioma
Español
Editorial del libro
Independiente
Tapa del libro
Blanda
Volumen del libro
No aplica
Con índice

Otros

Material de la tapa del libro
No aplica
Con páginas para colorear
No
Con realidad aumentada
No
Traductores
No aplica
Género del libro
Literatura Juvenil/Narrativa
Subgéneros del libro
No aplica
Tipo de narración
No aplica
Versión del libro
No aplica
Tamaño del libro
No aplica
Colección del libro
No Aplica
Edad mínima recomendada
6 años
Escrito en imprenta mayúscula
No
Cantidad de libros por set
1

Descripción

Leyendo cuentos para niños me hice grande poco a poco —Julio Millares

Cuando éramos niños leíamos los cuentos de Andersen, los de los hermanos Grimm, novelas como Alicia en el país de las maravillas, La isla del tesoro, El libro de la selva, Pinocho, Peter Pan, las novelas de Salgari, las de Dumas, las de Verne, las de Mark Twain. Pinocho era para niños, así lo pensó Collodi, su autor, pero su estructura narrativa misma era la de un largo dedo aleccionador: ‘esto te puede pasar si mientes’, ‘esto si no estudias’, ‘esto si desobedeces.’ Pero así se pensaba entonces: el niño era tabula rasa, una página en blanco sobre la que había que escribir valores, mandatos y conductas. Sin duda que el libro era divertido, le pasaban tantas cosas al personaje pero todo terminaba bien porque Pinocho tenía un hada protectora. Y eso estaba muy bien.

En 1945 apareció Pippi Mediaslargas, de la escritora sueca Astrid Lindgren. Ya era adulto cuando la leí pero me impactó muchísimo, así como lo hizo en la literatura infantil europea. Pippi era una niña y pensaba como una niña, hacía lo que deseaba hacer como niña, no había ningún dedo aleccionador que le dijera qué tenía que hacer y qué no. La nena nos presentaba el mundo del niño desde el niño, ese mundo del que los adultos nos olvidamos porque es natural que lo hagamos pero que es muy diferente al nuestro. Es natural que lo olvidemos, sí, pero no debemos, no con nuestros hijos, no con nuestros alumnos si somos docentes. Nosotros los adultos ya tenemos una visión del mundo basada en aprendizajes y experiencias de todo tipo. Terminamos la escuela, sabemos que si hacemos esto aquello otro podría ocurrir. Tenemos una comprensión previa de cómo funcionan las cosas, la sociedad, los otros alrededor nuestro, etc.

El niño no tiene esa experiencia todavía. La adquiere poco a poco, exactamente como los adultos lo hicimos. Un niño no sabe que si su madre está embarazada ese nuevo hijo que vendrá no le robará el amor de sus padres. No lo ha experimentado todavía. Aún recuerdo el miedo que tenía el primer día de escuela. ¡Cualquier cosa podía pasarme! Ahí estaba entre cientos y cientos de niños desconocidos y no sabía qué hacer. Antes de eso, en una ocasión en la guardería, mis padres entendieron que el otro me buscaría y ninguno fue a buscarme. Durante las dos o tres horas que pasaron, una verdadera eternidad, pensé que me habían abandonado. No tenía la experiencia de que los padres normalmente no abandonan a sus hijos. Eso lo supe después, no sé cuándo pero después. ¿Qué le pasó a mi abuelo cuando se murió? ¿Qué significa morirse? ¿Me puedo morir yo, mañana, como él hoy? No me digan que el abuelo está en una nube tocando el arpa y bailando cumbia con los ángeles. Díganme la verdad pues entonces sabré que morir nos pasa a todos y que vivir es por eso tanto más valioso y único. Explíquenme con la verdad. Obviamente que no necesito detalles concretos, simplemente que no veré más al abuelo y que lo recordaré siempre porque me quería, porque yo lo quería.

Necesitamos nuevos libros para niños, libros escritos desde la cabeza de un niño, desde sus preguntas y hechos cotidianos, que son altísimamente dramáticos: ¿qué pasará ahora conmigo cuando mis padres se separen?, ¿cómo haré amigos en la escuela?, ¿qué pasará cuando me peleo con papá o cuando me peleo con mi amiga del alma? Necesitamos libros que ayuden a nuestros hijos en su experiencia del mundo y de la vida, libros que no me mientan: una mentira no es un daño moral para mí, es un daño para mi conocimiento del mundo, algo que me retrasa en mi comprensión de mi propia vida.

El relato quizás más antiguo de la humanidad, El poema de Gilgamesh, (2750 a.C), cuenta el descenso al infierno del héroe en busca de su amigo muerto. ¿Qué hacía Gilgamesh, el héroe sumerio, allí? Un proceso de duelo hacía, elaboró la pena de ya no poder ver nunca más a su querido amigo. Todos los seres humanos, también los niños, elaboramos experiencias con ayuda de los libros, pero para los niños esto es mucho más importante y fuerte todavía. Un libro que trata del tan común miedo a la oscuridad puede ayudar a un niño que está en ese momento a superarlo. Por eso es esencial que el libro infantil tenga un final feliz. La psique del niño no está equipada para un final que no termina bien. Porque el niño se identifica con el personaje protagonista y vive su experiencia a través de él. El personaje del cuento sobre el miedo logra superarlo y por eso se transforma en una herramienta que ayuda al niño a superar su propio miedo: se puede, lo estoy viendo, lo estoy leyendo. Libros desde la mente del niño, desde su vida, libros que no mientan, libros que terminen bien. Y divertidos, claro. Y con imaginación por supuesto, pero imaginación desde la vida y la experiencia de los niños, una imaginación que atraviese al niño desde sus más profundas necesidades. ¿Qué mayor imaginación que inventarme un amigo cuando lo necesito? Bien, pues, háblenme de los amigos imaginarios. Esos son los libros que necesitamos hoy