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Noticia De Un Secuestro, De García Márquez, Gabriel. Editorial Vintage Espanol, Tapa Blanda En Español, 2011

  • Año de publicación: 2011
  • Tapa del libro: Blanda
  • Novela.
  • Número de páginas: 336.
  • ISBN: 09781400034987.

Descripción

Libro: Noticia De Un Secuestro - García Márquez, Gabriel

Descripción provista por la editorial:

Excerpt. © Reprinted by permission. All rights reserved. 1Antes de entrar en el automóvil miró por encima del hombro para estar segura de que nadie la acechaba. Eran las siete y cinco de la noche en Bogotá. Había oscurecido una hora antes, el Parque Nacional estaba mal iluminado y los árboles sin hojas tenían un perfil fantasmal contra el cielo turbio y triste, pero no había a la vista nada que temer. Maruja se sentó detrás del chofer, a pesar de su rango, porque siempre le pareció el puesto más cómodo. Beatriz subió por la otra puerta y se sentó a su derecha. Tenían casi una hora de retraso en la rutina diaria, y ambas se veían cansadas después de una tarde soporífera con tres reuniones ejecutivas. Sobre todo Maruja, que la noche anterior había tenido fiesta en su casa y no pudo dormir más de tres horas. Estiró las piernas entumecidas, cerró los ojos con la cabeza apoyada en el espaldar, y dio la orden de rutina:-A la casa, por favor. Regresaban como todos los días, a veces por una ruta, a veces por otra, tanto por razones de seguridad como por los nudos del tránsito. El Renault 21 era nuevo y confortable, y el chofer lo conducía con un rigor cauteloso. La mejor alternativa de aquella noche fue la avenida Circunvalar hacia el norte. Encontraron los tres semáforos en verde y el tráfico del anochecer estaba menos embrollado que de costumbre. Aún en los días peores hacían media hora desde las oficinas hasta la casa de Maruja, en la transversal Tercera N.º 84A-42 y el chofer llevaba después a Beatriz a la suya, distante unas siete cuadras. Maruja pertenecía a una familia de intelectuales notables con varias generaciones de periodistas. Ella misma lo era, y varias veces premiada. Desde hacía dos meses era directora de Focine, la compañía estatal de fomento cinematográfico. Beatriz, cuñada suya y su asistente personal, era una fisioterapeuta de larga experiencia que había hecho una pausa para cambiar de tema por un tiempo. Su responsabilidad mayor en Focine era ocuparse de todo lo que tenía que ver con la prensa. Ninguna de las dos tenía nada que temer, pero Maruja había adquirido la costumbre casi inconsciente de mirar hacia atrás por encima del hombro, desde el agosto anterior, cuando el narcotráfico empezó a secuestrar periodistas en una racha imprevisible. Fue un temor certero. Aunque el Parque Nacional le había parecido desierto cuando miró por encima del hombro antes de entrar en el automóvil, ocho hombres la acechaban. Uno estaba al volante de un Mercedes 190 azul oscuro, con placas falsas de Bogotá, estacionado en la acera de enfrente. Otro estaba al volante de un taxi amarillo, robado. Cuatro, con pantalones vaqueros, zapatos de tenis y chamarras de cuero, se paseaban por las sombras del parque. El séptimo era alto y apuesto, con un vestido primaveral y un maletín de negocios que completaba su aspecto de ejecutivo joven. Desde un cafetín de la esquina, a media cuadra de allí, el responsable de la operación vigiló aquel primer episodio real, cuyos ensayos, meticulosos e intensos, habían empezado veintiún días antes. El taxi y el Mercedes siguieron al automóvil de Maruja, siempre a la distancia mínima, tal como lo habían hecho desde el lunes anterior para establecer las rutas usuales. Al cabo de unos veinte minutos todos giraron a la derecha en la calle 82, a menos de doscientos metros del edificio de ladrillos sin cubrir donde vivía Maruja con su esposo y uno de sus hijos. Habían empezado apenas a subir la cuesta empinada de la calle, cuando el taxi amarillo rebasó el automóvil de Maruja, lo cerró contra la acera izquierda, y el chofer tuvo que frenar en seco para no chocar. Casi al mismo tiempo, el Mercedes estacionó detrás y lo dejó sin posibilidades de reversa. Tres hombres bajaron del taxi y se dirigieron con paso resuelto al automóvil de Maruja. El alto y bien vestido llevaba un arma extraña que a Maruja le pareció una escopeta de culata recortada con un cañón tan largo y grueso como un catalejo. En realidad, era una Min
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